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El marido fue recibido con grandes sonrisas y risas, mientras que la esposa fue recibida con una expresión impasible y un comportamiento monótono. “Todavía respondí cortésmente a pesar de que [el camarero] técnicamente no me había hecho una pregunta”, recuerda la mujer.
La cuenta fue de unos 60 dólares, y la mujer la pagó y dejó una propina de 30 dólares, todo en efectivo. A pesar del comportamiento un tanto desconcertante de la camarera, la mujer, acostumbrada a trabajar por propinas y dada la clientela habitual de su marido, decidió dejar una generosa propina. Admitió que a pesar de las extrañas vibraciones que sentía, siempre tomaba una copa y la comida era excelente.
Sin embargo, un momento después de cobrarlos, la camarera le dio la espalda a la esposa y expresó su gratitud exclusivamente al esposo, diciendo: “¡[Muchas gracias]! ¡Eso fue tan lindo!”. Este incidente dejó perpleja a la mujer.