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Encontré el diario de mi difunta madre y me hizo arrepentirme de toda mi vida.

La conmoción me golpeó por todos lados, pero aún más: me sorprendió que mamá pareciera más estresada por los preparativos del funeral que por la pérdida de mi padre.

Después de eso, mamá y yo vivimos la vida en silencio.

No sabía cómo vivir la vida con ella. Lo único que sabía era que mi padre me había ahorrado dinero: mi fondo para la universidad. Y estoy tan cerca de superarlo.

Justo antes de graduarme de la escuela secundaria, cuando comencé a solicitar ingreso a las universidades, descubrí que mi madre se había quedado con todo mi fondo universitario.

“No lo entiendes, Cara”, me dijo, bebiendo una taza de té. “Hay cosas que son enormes para ti”.

Una clase de graduados | Fuente: Pexels

Pero eso fue todo. Fue la gota que colmó el vaso en el barco que se hundía que era nuestra relación. Para entonces ya tenía algunos ahorros y me mudé.

Alquilé una habitación en un piso compartido y trabajé más horas en el salón.

Pasaron los años, seguí estudiando y trabajando a tiempo parcial, y justo cuando pensaba que había enterrado exitosamente ese capítulo de mi vida, una llamada telefónica lo arrancó todo.

Mi madre había muerto. A pesar de años de dolor y resentimiento acumulados, me encontré en su funeral.

Después de la ceremonia, Verónica, la hermana de mi madre, me pidió que fuera a la casa de mi infancia para ordenar las pertenencias de mi madre.

“No sabría qué hacer, Cara”, me dijo Verónica. “No sabría si algo era valioso o no”.

Un ataúd en un funeral | Fuente: Pexels

En medio de la ropa modesta y los restos de su vida, mi madre no tenía mucho. Pero mientras repasaba todo, me encontré con algo inesperado: su diario.

Ni siquiera recordaba que mi madre tenía un diario. No recordaba que escribiera en un diario.

Mis dedos temblaron mientras lo sostenía. Sabía que mi madre estaba enojada conmigo, pero tenía muchas ganas de leerlo.

Decidí que tenía que hacerlo, pasar página, por así decirlo.

Me senté en la sala y comencé a hojear las páginas.

Una persona escribiendo en un cuaderno | Fuente: Pexels

Querido diario,

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